LO QUE NO TE MATA… ¿TE HACE MÁS FUERTE?
¿Quién no ha escuchado esa muletilla alguna vez, o mejor dicho, quién no la ha utilizado para consolar a alguien o “auto-consolarse”? ¿cuántas veces la hemos escuchado en boca de alguno de nuestros compañeros de trabajo para “quitar hierro al asunto”? ¿o como título del libro de Lagercrantz?
En realidad, procede de un proverbio de Nietzsche cuya cruda traducción dice : “lo que no te mata, te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptar cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece”. El contenido de la frase original al ser abreviado, difiere mucho del significado que le atribuimos hoy en día. Sin embargo, quizá el trasfondo sea el mismo.
De hecho, la abreviación que pretendía en sus inicios, constituir una fuente de motivación, se ha convertido en la excusa idónea para justificar que debemos “abrazar” la adversidad y mantenernos impasibles hasta que ésta alcance su punto más álgido y descienda por sí sola. Es lo que conocemos como “aguantar el chaparrón”. En otras palabras, parecemos dispuestos a tolerar cualquier situación, asumiendo un rol pasivo y con la idea (¿quizá errónea?) de que por muy nociva que ésta sea, si resistimos una y otra vez el impacto del golpe, saldremos fortalecidos.
“Aguantar, aguantar y aguantar«: ése es el mensaje que nos venden día a día los medios de comunicación y el que se circunscribe en el ámbito laboral. Pero ¿dónde se hallan los límites? y ¿hasta qué punto estamos dispuestos a jugarnos nuestra propia salud?.
Uno de los ejemplos más claros, sin duda, es el estrés laboral: la nueva epidemia de nuestra era. La tesitura económica y el miedo recurrente a perder el trabajo son el caldo de cultivo de la actitud impasible y resignada que mostramos antes las situaciones de estrés en el trabajo. Esto es lo que conocemos como “indefensión aprendida”. Hemos pues, aprendido a no luchar contra la adversidad, sino a comportarnos de forma pasiva al percibir que no tenemos a nuestro alcance la posibilidad de controlarla.
Si bien es cierto que el estrés laboral no nos mata de forma fulminante, a las repercusiones en la relación con nuestros familiares y amigos, se suma una lista de consecuencias perjudiciales:
- Insomnio y trastornos del sueño
- Dolores de cabeza y problemas de concentración
- Irritabilidad, ansiedad o estado de ánimo depresivo
- Inapetencia sexual
- Trastornos alimentarios
- Pérdida de interés o satisfacción en el trabajo y en actividades ajenas a él (anhedonia)
- Alteraciones cardiovasculares (hipertensión…)
- Problemas dermatológicos (dermatitis atópica..) e inmunológicos (bajada de defensas)
- Dolores musculares y desórdenes gastrointestinales
¿Habéis experimentado alguno de estos síntomas?
Si la respuesta es SÍ, es en este punto donde debemos cuestionarnos: ¿aceptar, por miedo a perder el trabajo, condiciones que van en detrimento de nuestro bienestar (físico-psicológico), nos hace más fuertes? ¿o quizá esto nos sitúa en clara desventaja, haciéndonos más vulnerables y alejándonos de nuestros objetivos e ilusiones?
Creo que, gracias a esta muletilla, nos hemos resignado a la frustración de no evolucionar, sin buscar alternativas. Hemos olvidado lo idílico y recompensante que resulta descubrir lo que nos satisface y llevarlo a término. En su lugar, hemos pasado de ser protagonistas o héroes de nuestra propia película, a ejercer un papel de pasivos espectadores.
Al convertirnos en espectadores, tendemos a atesorar éxitos en nuestra vida sin valorarlos como tales y nos limitamos a desvirtuar muchos de ellos a la categoría de “obligación” dentro de una extensa lista de tareas pendientes. Pero ¿queremos ser relegados de nuestro papel?
Ante esta discrepancia entre satisfacción-evolución vs adversidad-resignación. es…¡donde entra en juego la RESILIENCIA!
Resiliencia NO es fortaleza ante las adversidades sin más, permaneciendo impasible sin combatirlas. Resiliencia es aprendizaje de estrategias efectivas que nos permitan resolver conflictos adquiriendo un rol activo; resiliencia es la creencia en uno mismo y valoración de los propios éxitos; resiliencia es superación de los obstáculos al percibirlos como un reto para mejorar y crecer personalmente, y este es el bottom line que queremos promover en esta comunidad.
No obstante… ¿conformismo e indefensión aprendida son realmente conceptos opuestos a la resiliencia?
¡Os invito a debatirlo y a compartir vuestras opiniones!. Con una gran sonrisa y apelando a la frase de Goethe «el mayor mérito del hombre consiste en determinar sus circunstancias y no dejar que las circunstancias le determinen a él«, solo puedo decir: ¡¡¡¡HASTA LA PRÓXIMA RESILIENTES!!!
Me sumo al debate…con algún argumento
El conformismo limitaría ese cambio de comportamiento?
Si una persona es capaz de ver sus circunstancias y por ejemplo, observara una disonancia en alguna de sus creencias, podría (como una de las posibilidades) tender a reducirla, reinventarse con nuevas tendencias de conducta y, de este modo, restaurar su equilibrio con un cambio de actitud.
O bien podría ser consciente en todo momento de sus creencias antes de actuar/responder…
Los resilientes se cuestionarán sus circunstancias actuales y «superarán» el obstáculo.
Mal casa esta premisa con el conformismo, no creéis?
Habrá que revisar esa influencia impregnada socialmente de la que es maravilloso poder escapar.
Y aún si no pudiéramos «determinar las circunstancias», propongo, igual que ayer noche (en un debate universitario) considerar los valores implícitos de una célebre frase expresada por un conocido vienés, al hablar del sentido de la vida:
«Las circunstancias externas pueden despojarnos de todo, menos de una cosa: la libertad de elegir cómo responder a esas circunstancias» (Viktor Fkankl).
GRACIAS POR ESTE BLOG 🙂