RESILIENCIASALUDTACTICAS

Yo, me, mí, conmigo (I)

¡Hola a todas y todos!

Hoy voy a hablaros de la autoestima. En mi día a día y en la práctica clínica he visto en incontables ocasiones que nos queremos bastante menos de lo que es saludable y sobretodo necesario. Demasiadas veces mantenemos una relación con nosotros mismos de intolerancia hacía nuestros errores, anhelos, pensamientos, emociones… pues no encajan con nuestro ideal o concepto de lo que deberíamos ser o nos gustaría que fuéramos. Olvidamos lo valiosos que somos por el simple hecho de ser y estar.

Me gustaría introducir algunos conceptos teóricos, como hago siempre, que nos ayudaran a entender mejor de que estoy hablando:
El primero del que voy a hablar es el autoconcepto, entendido como la opinión, impresión, idea que tenemos sobre nosotros mismos. Este concepto de nosotros mismo implica un juicio de valor sobre nuestras calidades personales.

¿Te has parado a pensar cuál es el concepto que tienes sobre ti mismo? ¿Este concepto es objetivo? ¿Tiendo a tener impresiones de mi muy por debajo de lo que en realidad sería lógico pensar? O por el contrario, ¿tiendo a tener un concepto de mí mismo alto, una opinión buena e incluso a veces generosa?

El segundo concepto es la autoestima, como la valoración que hacemos de nosotros mismos. ¿Qué valía tengo para mí mismo? Se basa en todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que sobre nosotros mismos hemos ido recogiendo durante nuestra vida. Los millares de impresiones, evaluaciones y experiencias que se juntan en un sentimiento positivo hacía nosotros mismos, o por el contrario, en un incómodo sentimiento de no ser lo que esperábamos.

Aquí es cuando muchos pensamos, bueno pues depende, puedo sentirme muy bien conmigo mismo en unos aspectos de mi vida y por el contrario muy incómodo en otras áreas de la misma. También puede ocurrir que tras estas definiciones concluya que el concepto de mí mismo es bueno y eso me genera unos sentimientos positivos increíbles hacía mi persona. Si es así, eres una persona con una autoestima y autoconcepto muy buenos. Y eso, es simplemente… ¡¡¡maravilloso!!!

Por otro lado, tras esta pequeña evaluación sobre nosotros mismos puedo concluir que ni el concepto ni el valor que me doy son justos, objetivos o suficientes. En este caso, sólo decirte que con ganas, trabajo y constancia puedes revertir esto y empezar a quererte como todos merecemos hacerlo.

Un buen indicador de cómo está nuestra autoestima es escuchar con detenimiento el diálogo que tenemos con nosotros mismos. Mi discurso interno ¿está basado en críticas constantes por la mayoría de las cosas que pienso, siento y hago? Ante las situaciones de la vida cotidiana ¿qué suelo decirme? ¿Me apoyo? ¿Me respeto? ¿Me animo? O por el contrario ¿Me impongo? ¿Me critico? ¿Me ninguneo? ¿Me menosprecio?

Seguramente, si mi discurso interno es de afecto, animo, respeto, y aceptación para conmigo mismo, mis emociones serán más positivas, mi percepción de eficacia será mayor y mis conductas probablemente estarán más orientadas a la solución de dichas situaciones. Sin perder energía en criticarme y sin hacerme daño muy probablemente seré más objetivo, menos exagerado ante el problema y sobretodo mis pensamientos, emociones y conductas serán más útiles para que yo me encuentre mejor.

Si mi discurso interno es de crítica, imposición, desprecio hacia mí mismo y me ninguneo… mis emociones serán negativas, creeré que mi autoeficacia es menor de lo que realmente es y puede que todo ello haga que mis conductas no se orienten a ninguna solución en concreto pues la lucha en mi interior acabará acaparando toda mi energía, atención y recursos. ¿Cuántas veces nos hemos dicho: “total, no vas a conseguirlo” y que eso nos haya hecho desmotivarnos, desanimarnos y lo que es peor creernos que era así hasta el punto de no intentarlo, o intentarlo a medias? ¿Por qué nos creemos estas frases tan destructivas sin siquiera plantarles cara? ¿Por qué nos permitimos el daño que nos hacemos?

Ante esta última pregunta muchos de mis pacientes contestan: “ah bueno, a mi ya no me afecta pensar así!” y yo siempre les respondo lo mismo: “si tan poco te afecta, ¿por qué te sientes tan mal? ¿Es sano seguir con ese discurso? ¿Te aporta algún beneficio el pensar de forma destructiva?

A continuación me gustaría compartir un vídeo que me parece perfecto sobre la importancia de los mensajes que nos mandan a lo largo de la vida.

¿Qué te ha parecido? A veces cuando vemos que es una persona la que hace daño a otra nos es más fácil identificar todos esos mensajes destructivos y por tanto, las consecuencias que pueden tener. Pero, ¿nos mandamos también esos mensajes nosotros mismos? Como por ejemplo, “soy una inútil”, “soy tonto”, “¿cómo me van a querer si no valgo nada?