UN SAN VALENTÍN PARA TODOS
A estas alturas si te gusta San Valentín y tienes con quién celebrarlo, estarás encantada/o. Si te gusta y no tienes pareja, estarás entre la depresión y el cinismo. Y si no te gusta, tengas pareja o no, es irrelevante, estarás muy probablemente hasta las narices. Porque esta “fiesta”, como la gran mayoría últimamente, es tan anticipada que llevamos desde el fin de la Navidad comentando sobre ella.
Y sé que hay muchas opiniones diversas al respecto y todas hablan en realidad de cómo se vive el amor. Para aquellos que hacen del amor una siembra constante, un cuidado continuo, esta fecha no es más que un día en el calendario. Sin embargo no es incompatible con celebrar este día. Y no haré apología aunque lo crea del “cada día es día del amor”.
Hoy me acerco a esta ventana para compartir con vosotros la idea de que el amor propio, a uno mismo, no debe ser olvidado en esta celebración.
Muchas personas sienten una felicidad plena cuando son amados por otra persona. Y no dudo que sea una sensación maravillosa. Pero no hay amor hacia otros sano, completo, que no comience por el amor a uno mismo.
Y va más allá de la autoestima. No solo es “me acepto”. Es “me cuido”, “me protejo”, “me quiero”, “me respeto”.
Ya que San Valentín es la celebración del amor, hagamos de este día una reivindicación de todas las formas de amar. De todas las formas de pareja. Del amor hacia los padres, los hijos, la familia que se tiene y la que se elige. Del amor hacia el prójimo. Del amor hacia nosotros mismos.
Comparte tu amor haciendo algo por alguna persona, no importa que sea material. Una declaración de lo que sentimos ya es un regalo. Y no te olvides de ti. Regálate algo. Un baño relajante, un trocito de pastel, unas risas viendo una comedia o en compañía de alguien querido. Una frase, hacia tu interior, escrita o a viva voz, expresando que ese amor que tú sientes, hacia ti, es la tetera de la que viertes el amor hacia los otros.
¡Feliz día del amor!